Angry white men- Escaper a la norma feminista

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Una enorme manosfera se está desarrollando en la Web desde hace unos años , sobretodo en los Estados Unidos. Misógina a rabiar y con una ira terrible contra el triunfo del feminismo y en contra del género femenino en general, los hombres esperan así poder volver a adquirir los privilegios que tenían antiguamente y que la igualdad de los derechos y los discursos feministas que los acompañan enturbiaron.

Principalmente blancos y jóvenes, estos Angry white men , retomando el título del libro del sociólogo americano Michael Kimmel que ha estudiado este fenómeno, se sienten discriminados y estiman ser víctimas del feminismo ambiente y de lo políticamente correcto.

Así que quieren invertir esa tendencia. Como lo señalaba Corine Lesnes, en su artículo aparecido en Le Monde del 15 del pasado enero, este movimiento muy atomizado, al principio estaba muy poco politizado, pero ha encontrado en la candidatura de Donald Trump la oportunidad de tener una visibilidad pública. Así que se han aliado a este hombre que habla de las mujeres como ellos, con un discurso discriminante y neo-machista, incluso si nunca haya verdaderamente dicho que los hombres sean víctimas de discriminación. Así que han visto en la elección de Trump una victoria por su causa contrariamente a lo que pasaba con el anti-macho Obama. Con una posición de defensora de la minorías, Hillary Clinton, por su parte, los había completamente ignorado y se había más bien aliado al discurso sobre la igualdad de sueldos, defendido por las feministas desde hace tiempo.

Con estos hombres blancos en cólera asistimos a un retroceso provocado por el discurso sobre la igualdad social y familiar: la vuelta a la reivindicación de los verdaderos valores masculinos y a un real movimiento “masculinista”. Warren Farrell, autor del Mito de la dominación masculina, antiguo profesor de la Universidad Rudgers en Nueva Jersey y militante ex-feminista, constituye probablemente el mejor ejemplo de este movimiento pendular: ha sido elegido tres veces en la dirección de la Organización nacional de la defensa de las mujeres ( NOW) a finales de los años setenta. Partisano del derecho de que los hijos tengan a sus dos padres en caso de divorcio y defensor de la presencia de los padres como necesaria, se atrajo la ira de las feministas más radicales, antes de volverse, literalmente hablando, un enemigo cuando se publicó un libro sobre las desigualdades sociales. El demostraba que si los hombres ganaban más que las mujeres, ellas gozaban de una vida más equilibrada y que el tener un sueldo más alto no tenía nada que ver con tener más poder. Desde entonces, se le considera como el “ padre del movimiento masculinista”. En su entrevista en Le Monde, explica que” los hombres blancos ya no tienen la impresión de formar parte de estructuras con poder. Son conductores, basureros, albañiles, carpinteros, ocupan empleos penosos y que conllevan riesgos. Y como son blancos, se les considera como privilegiados. Trump sin duda ha aprovechado este sentimiento de incomprensión : ha utilizado el mismo lenguaje, la misma exasperación en la voz, los insultos. Ellos se han visto reflejados , y él no era un loser, sino un ganador. Es una victoria para el movimiento de los hombres, incluso aunque sea triste que sea gracias al peor personaje que puede haber. No representa la imagen del hombre nuevo, encarna más bien el tipo de hombre al que se le intenta superar, pero ese es el precio que se paga por haber ignorado los problemas de los hombres”.

Esta manosfera ha dado lugar a algunos neologismos que tienen una cierta sutilidad: mansplaining para denominar la actitud condescendiente de un hombre cuando explica algo a una mujer sin que ni siquiera le venga a la idea que a lo mejor ella pueda conocer el sujeto de lo que él habla, e incluso mejor que él; manterrupting para designar la interrupción sistemática de un hombre cuando una mujer está hablando; manspreading para denominar la actitud típicamente masculina que consiste en separar las piernas en los asientos de los transportes públicos. Este comportamiento, de hecho ha sido el objeto de una campaña en el metro de Nueva York y es en reacción al she-bagging: costumbre femenina de dejar el bolso en el asiento de al lado……… Es interesante, constatar cómo este movimiento, que preconiza un retorno a los valores masculinistas, reivindique una virilidad con respecto a la feminización del mundo tal como lo describe la extensión de la lógica presente en el no-todo lacaniano.

Se puede incluso observar la legitimidad de un discurso que ha llevado al poder a Donald Trump: el deseo de volver a encontrar en los mandos del poder el Discurso del amo,¡uno de verdad!. Sólo que con Donald Trump y sus angry white men tenemos más bien la impresión de relacionarnos con un tipo de semblante del discurso del Amo. Esas reclamaciones masculinistas rabiosas aparecen, efectivamente, en el reino del goce: ese goce que no limita ningún semblante y que dirige un mundo que ha perdido toda referencia al sentido y toda previsibilidad, lejos del régimen antiguo de la política y del Discurso.

Traducción: Soledad Gallego

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