«Pas de roses sans épines»

« Keine Rose ohne Dornen ! » este dicho de Arthur Shopenhauer fue tweeteado por Jean-Marie Le Pen, tras el anuncio del nuevo logo de la rosa azul para el FN. Intrigado, el Huffington Post quiso saber el sentido que había que dar a este mensaje escrito en alemán a lo que Jean Marie Le Pen respondió: « C’est Adolf Hitler qui me l’a soufflé ! ».
La rosa azul hacía claramente referencia a la rosa roja, el emblema histórico del Partido socialista desde 1971. Marine Le Pen estaba muy contenta con su hallazgo.
Marine Le Pen aprendió de su padre que las palabras son fundamentales en política. El gran éxito de Marine Le Pen consiste en haber lanzado una suerte de OPA semántica a los conceptos clave que estructuran en Francia el sentido común republicano y poner a sus competidores políticos a la defensiva. “Las palabras cuentan”, le dice Marine a su padre, “pero para robárselas al adversario”. Lo son cuando de lo que se trata es de provocar y ganar presencia mediática; pero también lo son cuando se pretende ganar el corazón de los conceptos que estructuran el consenso republicano francés. El asunto para la extrema derecha francesa ya no es cómo configurar una fuerza alternativa de rechazo a los consensos dominantes que oponga la nación a la república, la religión al laicismo, el individuo a la sociedad civil y la comunidad al multiculturalismo, sino cómo lograr poner esos consensos dominantes a su favor.
Al escuchar las intervenciones de Marine Le Pen en los medios de comunicación, la vemos presentarse como la principal defensora de la igualdad entre hombres y mujeres, de los servicios públicos y los derechos sociales, del papel del Estado en la sociedad, del laicismo, de la soberanía nacional, de la herencia ilustrada, del medio ambiente e incluso de la protección de los animales. Si tus adversarios te golpean con armas que te hacen daño, mejor que esforzarse en preparar un buen escudo es despojarles de esas armas, hay que robárselas para golpearles tú con ellas.
Desde el punto de vista político, uno de los pasos más astutos dados por el FN es proponerse como la mejor solución para reinstaurar el orden republicano. Lejos de ser el agente que trae la discordia y el enfrentamiento, la formación lepenista se proyecta hoy como el partido que viene a apaciguar un clima convulso. Por eso las palabras clave que estructuran su discurso actual son: orden y Estado. En otras palabras, el FN se quiere como un síntesis entre derecha e izquierda, entre la tradición ilustrada y reaccionaria, entre el nacionalismo y el republicanismo. Sus incursiones por los campos simbólicos de la derecha y de la izquierda son frecuentes. Un día elogian la figura del general De Gaulle (antigua bestia negra de la extrema derecha, que incluso planificó asesinarle) y otro día reivindican a Jean Jaurès o al Frente Popular francés como símbolo de progreso social.
Tal plasticidad discursiva debe ser comprendida en un intento por patrimonializar los símbolos del país (a derecha e izquierda) proyectándose como una superación de las antiguas divisiones ideológicas. Desde ahí debe entenderse la elección de su lema de campaña y del logotipo que lo acompaña (una rosa azul). Preguntada por la ausencia en la cartelería de toda referencia a las siglas del Frente Nacional y la sustitución del logotipo tradicional del partido (una llama con los colores de la bandera francesa) por un rosa azul, Marine Le Pen explicó así su decisión de campaña: “He escogido la rosa como símbolo de campaña porque es un símbolo de feminidad y para recordar que yo seré la única mujer que se presente a las elecciones de abril. He elegido la rosa porque durante mucho tiempo ha representado la esperanza de miles de trabajadores y trabajadoras francesas en un futuro mejor. Una rosa azul simboliza al mismo tiempo la esperanza de la izquierda [referencia a la rosa] y los deseos de la derecha [referencia al color azul], porque mi propósito es unir a todos los franceses y francesas en un proyecto común de futuro”. Y más adelante: “Nuestro proyecto político representa la superación de las antiguas demarcaciones políticas de izquierda y derecha (que ya no significan nada). Más allá de la antigua izquierda y la antigua derecha está la unión del pueblo contra los privilegiados”.
Estamos ante una nueva identidad política que, más allá de la izquierda y la derecha, habla “en el nombre del pueblo” tratando de condensar las aspiraciones al orden, la protección y la soberanía nacional. Una versión refinada de autoritarismo que se nutre de la patrimonialización y simultánea transformación de los valores republicanos.
Nunca será demasiado tarde para desenmascarar el continuo robo semántico que nutre la neo-lengua de uno de los partidos neofascistas europeos más peligrosos. Si gana Marine Le Pen se acabó el pastel. Sin Francia, el sueño de Europa se habrá arruinado para siempre.
Me confieso un afrancesado, ilustrado, nieto de republicanos franceses y unido a todos aquellos que, tras le Guerra Civil española, salieron por Portbou y se hicieron para siempre franceses. Me siento extranjero en todas partes como Albert Camus, admirador de los antifascistas de la Resistencia y de los chicos de la columna Dronne que entraron los primeros en París… y veo detrás de Marine Le Pen lo peor de Francia y de Europa. Estamos aún a tiempo de relanzar una Europa justa, igualitaria, fraterna, y construir, como quería Jorge Semprún, un nuevo programa político para esta Europa del siglo XXI, un programa del que ahora carecemos. De lo contrario me temo que volverán los bárbaros, las camisas pardas y una nueva tiranía de la que habla tanto la vieja Marsellesa.
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